31 enero 2016

niña voladora

Me sentí pajarillo aleteando y pintando el cielo con cada uno de tus colores. Libre, gratis, salvaje, animal. Sin rumbo, ni destino, ni dirección. Pero ¿qué sentido tiene seguir el camino, cuando buscas un paraíso que no existe mas que en los ojos de alguien? Al fin y al cabo, tenía un lienzo en blanco y un arcoíris lleno de vida para poder crear una obra de arte. No sería famosa, ni tendría nombre, ni tampoco colgaría de las paredes de ningún museo moderno. Bueno, sí; en mi cabeza, sí. Y en cada uno de los poros de mi cuerpo. Aunque, créeme, volar no es fácil, nunca ha sido fácil. Quizás se vuelve un poco más factible si una melodía marca el compás y el ritmo de cada aleteo. Lo difícil es conseguir que el corazón y la mente vayan a tiempo. Pero volé. Y caí. Y volé y viajé alrededor de tus coordenadas. Fallé cada vez que intenté perder el centro. Con el paso del tiempo comprendí que no eran mis alas las que fallaban cuando volábamos a contracorriente. Yo no quería otro mapa, ni otros puntos cardinales, ni otra dirección. Yo no quiero otro cielo si no es el tuyo.

1 comentario:

  1. Hermosas palabras... adoro tu blog, me alegro de volver a leerte. Un abrazo.

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